Ama el virus

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Esta mañana recibí un mensaje. Decía: Si quieres que el virus no te contagie, si quieres estar inmunizado, ama al virus. De esa forma el virus se vuelve despreciable en su vibración de muerte y destrucción; y tú, un coloso en tu vibración de amor y armonía. Y nada miserable puede, siquiera, arañar a un coloso.

No lo entendí y mi primera reacción fue decir: ¡que estupideces envía la gente cuando está encerrada! Pero, al cabo de unos segundos algo vibró en mí y recordé lo que la física postula: “todo es energía en diferentes frecuencias de vibración”. Entonces me di cuenta que el estúpido era yo y se me hizo la luz. Lo vi claro, muy claro. Nos han enseñado a odiar, a desconfiar, a recelar, a rechazar, a excluir a todos y a todo. Del gobierno, de los partidos políticos, del jefe, de tu ex pareja, de tu exsocio incluso de tus hermanos o padres si hay dinero de por medio y cuando alguien desliza, solo desliza, la idea de amar a nuestro aparente enemigo o rival nos ponemos a la defensiva, cruzamos los brazos subiendo la guardia y atacamos, vociferamos, agredimos, ofendemos o injuriamos para tener la excusa de no amar.

Si quieres que el virus no te roce siquiera, no le temas. ¡Ámalo!

Y sin saberlo, sin ser conscientes, hacemos que nuestra vibración sea tan miserable como la del virus. Y en esas circunstancias no hace falta que nadie tosa, bostece o estornude frente a nosotros, ya estamos, de antemano, contagiados, estamos en la misma vibración que la del virus. Por miedo al virus nos han encerrado, pero muy pocos de nosotros nos damos cuenta que ya vivíamos encerrados, que teníamos aparente libertad para movernos, viajar y desplazarnos, pero que ya vivíamos encerrados en nuestras prisiones mentales, en nuestros miedos mentales, en nuestros prejuicios mentales, en nuestra prisión sin rejas particular de la mente.

Tenemos miedo a amar de nuevo, a invertir de nuevo, a reír de nuevo, a confiar de nuevo, a enfermar de nuevo, a intentarlo de nuevo.

Tenemos miedo a amar de nuevo, a invertir de nuevo, a reír de nuevo, a confiar de nuevo, a enfermar de nuevo, a intentarlo de nuevo. Ese miedo ya estaba en nosotros lo que ha hecho el virus ha sido reflejar hacia afuera lo que ya anidaba dentro. De repente nos damos cuenta de la obviedad de que el blanco europeo siente el mismo miedo que el negro africano, el sudaca latinoamericano o el rasgado oriental. ¿No será, digo, por decir algo, que el cuerpo, el color de piel, el estatus social, el dinero son la gran mentira y somos más que eso? De repente nos damos cuenta las cosas más importantes de la vida ya no son cosas. De repente vuelven a cobrar relevancia las enseñanzas de dos incomprendidos que caminaron por la Tierra sin miedo, enseñando una visión diferente: amar, y cuyas doctrinas todo el mundo recuerda, pero nadie practica, ni siquiera sus propios seguidores que hacen llamarse cristianos o budistas. De repente el mundo parece haberse detenido y la vida, frenado en seco. De repente nos sentimos inmovilizados, confinados en nuestras casas. Alguien debería recordarnos que al igual que la Tierra viaja a 250 kilómetros por segundo por el Universo y nosotros, los humanos, no lo sentimos, podemos vibrar a más de 700 hertz y los virus, ¡ninguno!, podrían infectarnos. Sería como las hormigas que no ven a un humano a cierta distancia. De repente un miserable virus saca lo peor de cada persona pero también lo mejor, porque al final el virus sólo saca nuestra vibración.

Por miedo al virus nos han encerrado, pero muy pocos de nosotros nos damos cuenta que ya vivíamos encerrados.

Si quieres que el virus no te roce siquiera, no le temas. ¡Ámalo! Sólo amándolo lo neutralizarás, lo desarmarás, harás que su vibración sea la del acaparador de papel higiénico, la del político corrupto, la del banquero usurero, y la tuya, la del médico o enfermera, que a pesar de su miedo, se juega la vida por ti, harás que tu vibración sea la de Cristo. La solución siempre fue la más simple y la tuvimos delante de nuestros ojos todo el tiempo: el amor. Ama al virus guerrera, guerrero; ámalo como a tu ex pareja, como a tu socio traidor, como a tu político corrupto, sé consciente que para que ellos existan en tu realidad tridimensional primero deben haber existido en tu mente cuántica. Ámalos y perdónalos, y convierte la palabra amor en tu mantra. Y ningún virus, por la ley de la vibración, podrá rozarte. ¡Ámalo! ¡Ámalo! ¡Ámalo!

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Carlos Lavado es escritor de la conciencia y traductor. Conoce sus libros sobre metafísica, espiritualidad y conciencia en:
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